La década de los noventa implicó la necesidad de ejecutar grandes cambios en la política económica de Brasil. Como medida para revertir la trayectoria de una creciente inflación y el lento crecimiento económico que prevaleció a lo largo de la década de los ochenta, en los noventa los gobiernos sucesivos adoptaron una política fundada en el ajuste fiscal, las privatizaciones, la desregulación y, en particular, la liberalización comercial. No obstante, los resultados globales logrados por Brasil en la década de los noventa son ambivalentes. Por un lado, el país logró ser intencionalmente más competitivo y, particularmente, ser considerado como una potencia emergente. Pero, por otra parte, los datos aquí mostrados evidencian que el crecimiento económico registrado no impactó lo suficientemente en el desarrollo económico que con urgencia necesitaba este país.
La inmersión de Brasil en la política neo-liberal
Los primeros pasos en pro de una liberalización económica en América Latina se llevaron a cabo en Argentina, Chile y Uruguay en la década de los setenta. Pero, debido a las crisis que conllevaron a la insolvencia para el pago del servicio de la deuda (entre 1982 y 1985), se paralizaron varias de las reformas incluidas en los pro- gramas de liberalización diseñadas con anterioridad. En algunos casos se llegó incluso a la instauración de controles a la apertura de las cuentas de capitales, aumento de tarifas arancelarias, la imposición de barreras no arancelarias (v.g. los contingentes) y la intervención (y en algunos casos se llegó hasta la nacionalización) de los bancos privados con riesgo de caer en insolvencia.1 A partir de mediados de los ochenta el escenario cambió sustancialmente. En el Gráfico 1 se aprecia que a partir de 1985 en América Latina las reformas económicas se llevaron a cabo en un ambiente de acelerada apertura comercial, liberalización de los mercados financieros, en la cuenta de capitales y en la privatización de empresas públicas
Durante la década de los noventa la mayoría de los países latinoamericanos y del Caribe adoptaron las re- formas del denominado Consenso de Washington en una tentativa por controlar la inflación y retomar la senda del crecimiento económico. Brasil no fue la excepción. En 1994 el Plan Real hizo posible la reducción de la inflación; este estricto plan de ajuste, junto con las reformas económicas liberalizadoras y la captación de inversión extranjera directa, fueron los elementos que permitieron crear una expectativa de crecimiento sostenible en el largo plazo.3
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